El control supone medir el rendimiento de una
organización en comparación con los planes fijados y tomar las medidas
necesarias para remediar los posibles desvíos que se produzcan.
El concepto inherente al control tiene muchos
significados, en función de las distintas características que posean las
organizaciones, por ejemplo; el grado de centralización o descentralización
implica orientar el control de las operaciones de una unidad desde algún cuerpo
central, o por el contrario dejarlo en manos de la misma unidad ejecutora; por
otra parte la implicancia con la que se ejerza la conducción de la
organización, determinará qué tipo liderazgo deberán asumir sus jefes y
gerentes, en función de los grados de control que acumulen (centralización) o
de autonomía que permitan (descentralización).
La necesidad de control
Si un directivo tuviera la certeza de que todos los
planes y metas fijados van a ser ejecutados sin falla alguna, no habría
necesidad de control. Pero la perfección en la ejecución de los planes y sus operaciones,
en la práctica, dista de ser real, lo que necesariamente impone, en el nivel
directivo, la necesidad de controlar y corregir las posibles desviaciones
producidas; convirtiéndose entonces el control en una función necesaria e imprescindible
de la administración.
El proceso de control
El proceso de delegación de trabajo a un subordinado,
crea automáticamente el problema de determinar si la labor delegada es
realizado en forma satisfactoria; en situaciones sencillas este proceso puede
ser verificado en forma directa por el superior; sin embargo, cuando la
organización crece en tamaño, el trabajo debe ser delegado más y más a
subordinados, departamentos y gerencias; desaparece la capacidad de ejercer un
control por observación directa, y se hace necesario el establecer formalmente sistemas
de control en la organización.
Cualquiera sea el tamaño de la organización o la
situación que se analice, el control consta de los siguientes 3 pasos:
1. Establecer normas,
2. Medir el rendimiento en comparación a las normas
establecidas,
3. Corregir las desviaciones producidas.
Los sistemas de control
Podemos definir a un
sistema de control como un conjunto de dispositivos encargados de administrar,
ordenar, dirigir o regular el comportamiento de otro sistema, con el fin de
reducir las probabilidades de fallo y obtener los resultados deseados.
Algunos autores, refieren que los sistemas de control tienen
las siguientes características:
- Control impuesto: si el mismo es fruto de reglamentos, normas y/o procedimientos establecidos.
- Autonomía: si el mismo es realizado por la misma unidad ejecutora o si existe algún sector o departamento que lo realice.
- Criterios de Rendimiento: si el mismo establece medidas para su análisis y control, por ejemplo: unidades de producción.
- Control de metas: si el mismo está asociado al resultado esperado.
- Control de proceso: si el mismo corresponde al funcionamiento del sistema objeto, en término de eficacia y eficiencia.
- Frecuencia de las comprobaciones: el tiempo de revisión de los rendimientos esperados.
En general, los sistemas de control se aplican a:
- Labores de rutina: representado por tareas mecánicas, con alta especialización vertical y horizontal, donde las metas, el proceso y la labor de una unidad es controlada en forma centralizada, por medio de un sistema administrativo (procedimientos).
- Labores orgánicas: representado por tareas generalmente con amplitud vertical y horizontal, donde el control deberá ser ejercido por la misma unidad que lo realiza, en función de sus propios conocimientos.
En función de las características indicadas y el tipo
de trabajo controlado, en términos generales, los sistemas de control hacen
hincapié en:
- Referido a labores mecánicas: Control impuesto, Criterios de eficiencia, Confiabilidad y Comprobaciones frecuentes.
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