En
verdad, el concepto organización está sufriendo cambios profundos. La primera
definición –lo que se podría llamar la primera teoría- de organización deriva
de cómo el rey prusiano Federico el Grande, a mediados del siglo XVIII, definió
su invención del ejército moderno. “Un ejército tiene tres partes –dijo-: la
infantería camina; la caballería cabalga; la artillería es arrastrada.” Dicho
de otra manera, la organización se define por la manera de realizar los trabajos.
Esta era la concepción básica subyacente de todas las organizaciones militares
hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Pero esta concepción también sirvió
de base al primer intento de definir las organizaciones empresariales: la teoría
de la empresa manufacturera desarrollada por el ejecutivo francés Henri Fayol,
presidente de lo que era entonces la compañía minera de carbón más grande de
Europa. El propósito de la organización es realizar la tarea. Para ello se
requiere una estructura que coloca las tareas afines –de ingeniería, de
fabricación, de ventas- en departamentos. Después de la Primera Guerra Mundial
y la reorganización de la General Motors Corporation por Alfred Sloan (proceso
que culminó en la década de 1950 con la descentralización de la norteamericana
General Electric), superpusimos sobre el modelo de Fayol una estructura llamada
la “unidad empresaria”. Esta trata de equilibrar el interés interno de realizar
la tarea con el externo de servir al mercado. Sigue siendo el enfoque más
aceptado, que subyace detrás de la discusión en curso sobre la necesidad de
equilibrar las “aptitudes centrales” con la “concentración en el mercado”
además del interés actual por la reestructuración.
Ahora
está surgiendo un enfoque totalmente distinto, que lejos de reemplazar a los
anteriores, se superpone sobre ellos: según éste, el propósito de las organizaciones
es obtener resultados exteriores, es decir, rendir bien en el mercado. Con
todo, la organización es más que una máquina como la estructura de Fayol. Es
más que una entidad económica definida por sus resultados en el mercado. La
organización es ante todo social. Es la gente. Por eso su objetivo debe ser volver
eficientes las aptitudes de las personas y anular sus debilidades. En realidad,
esa es la única tarea que sólo la organización puede realizar: es el motivo por
el cual la tenemos y la necesitamos.
Pero
estos cambios en la teoría de la organización y las consiguientes
modificaciones estructurales, con ser importantes, no lo son tanto como el
hecho de que abandonemos rápidamente la idea de que debe haber una sola teoría
y una sola estructura ideal, sea la del ejército de Federico el Grande, la “empresa
manufacturera típica” de Fayol o las unidades empresariales de la General
Motors de Sloan y la General Electric de Jack Welch. (Peter Drucker, 1998)